El verano nos ha dejado, entre otras muchas cosas, un montón de novias. Algunas de lo más conocidas, las que vemos cada día en el las páginas de las revistas y con un denominador común. Todas ellas han sido novias multivestidos. Es decir, que en su boda han utilizado más de un vestido.

No sé qué opináis vosotras de esto. ¿Os gustaría llevar más de un vestido en vuestra boda? A mí no. Bueno, a ver, ahora que ya me he casado y veo un montón de vestidos de novia que me encantan, sí que pienso que me gustaría casarme otra vez con otro vestido. Pero yo tengo el mío, el único, el que llevaba mi nombre. Y no hubiera querido ninguno más. Podéis verlo aquí y leer su historia. 

Me parece que el vestido de novia es algo muy especial como para tener que repartir esa sensación en dos o tres partes. Por no hablar de lo que para mí es un estrés, el ir cambiando de vestido, de peinado, de tocado... durante un día que lo que tienes que hacer es estar tranquila, relajada y disfrutar de cada momento, porque pasa muy rápido, y no perder ni un segundo en cambios de vestuario, que no estamos en un desfile de moda ni en un musical de Broadway. Y ni qué decir de la parte económica.

Y sí que entiendo que cuando una se casa por lo civil un día y luego haga una ceremonia y la celebración otro día utilice dos vestidos diferentes. Ahí lo encuentro más lógico. O algunas novias que para su baile nupcial se ponen cómodas, pero luego vuelven a recuperar su vestido.

También entiendo que en muchos casos estas bodas son un escaparate mediático y en la mayoría de las veces, los diseñadores les elaboran sus vestidos de novia para publicitarse. Cosa que me parece muy bien, se trata de otra línea dentro de sus estrategias de comunicación y marqueting. Pero no sé, yo si fuera ellas, no querría tener 3 vestidos de novia, aunque me los regalaran. El vestido, ese, EL VESTIDO, sólo hay uno. Es mi opinión.