París es maravillosa. Recuerdo la primera vez que la pisé. Mi marido y yo éramos novios y fue de nuestros primeros viajes juntos. Fuimos un fin de semana y nos enamoramos de la ciudad (y también un poco más de nosotros). Años más tarde volví por trabajo y hace unos meses, con mi ya marido. Y una vez más volví a comprobar que, como me pasa con Nueva York, cuando vuelves a una ciudad en la que ya has estado, la disfrutas más, de forma diferente. Las primeras veces siempre son un poco estresantes. Quieres verlo todo y no eres capaz de apreciar los detalles, los momentos. Pero luego, cuando ya has visto, te dedicas a vivir la ciudad. Eso es justo lo que hicimos esta vez, vivir París.
Fuimos en un tren de alta velocidad de Renfe - SNCF desde Barcelona. A mí me da miedo volar (aunque lo hago) y los aeropuertos (y todo el proceso desde que sales de casa hasta que subes al avión) me agobian soberanamente. Son algo más de 6 horas de trayecto que se pasan volando. El tren es comodísimo y para alguien como yo, muy bucólico y romántico; porque mientras viajas vas viendo el paisaje del Sur de Francia.