Me gusta cuidarme. Aunque, por desgracia, a veces me cuesta más de lo que debería ser. No es que sea una obsesa de la belleza, pero he comprobado que cuando duermo bien, como bien, estoy tranquila y, además, utilizo productos adecuados, la cosa funciona. Y como os digo que se cumplan todas estas características no es fácil, así que al final, mi gran solución es ponerme en manos de profesionales de la estética que me ayuden en esta tarea.
Contra más pasan los años más me he concienciado de que hay que utilizar buenos productos y confiar en marcas buenas. Ya habéis leído algunas veces en el blog que Skeyndor es una de esas marcas que he podido conocer y que me encantan. Empecé probando su línea de maquillaje (bases, labiales, coloretes...) y tengo que decir que me gusta mucho y a mi piel le sienta muy bien. Son productos buenos y se nota.
Mañana es mi cumpleaños. Otra vez. Y si ya algo me conocéis, sabéis de mis sentimientos encontrados con el tema del paso del tiempo. Qué vértigo y qué miedo. Esto os lo cuento igual, igual cada 31 de diciembre. Y no es que me asuste cumplir años, porque os lo he dicho muchas veces, hay quién no puede decir lo mismo; hay quién desearía con todas sus fuerzas cumplir años y no puede. Así que, todos y todas las que se quejan cada cumpleaños, pensad en esto que os digo.
Este año me pilla un poco con la guardia baja. Llevo unas semanas complicadas, a varios niveles, personal, profesional... y a eso se le junta que estoy haciendo obras en casa y tengo todo lleno de polvo y patas arriba. Qué le vamos a hacer, uno no puede controlar cuándo estar arriba o abajo de la montaña rusa. Como os decía, no me da miedo hacerme mayor; lo que me da miedo es que quiero hacer tantas cosas todavía que veo que se me echa el tiempo encima y me da una ansiedad... Pero he hecho un trato conmigo misma (no sé si lo he dicho alguna vez pero hablo sola; básicamente conmigo; sí, me pregunto y me respondo), y me he prometido tomarme las cosas con más calma. Lo que tenga que venir vendrá cuando sea el momento.