Esta mañana, leía en un digital, con mucha pena, que a la actriz Selena Gómez (es una niña) la habían machacado a críticas en su cuenta de Instagram por unas imágenes suyas en bikini, paseando en un barco, mientras está de vacaciones en Sydney (Australia). No es la primera vez. Ya le había pasado durante otras vacaciones en México, en la que publicó en su Instagram una foto en bañador, en una tumbona, y le llovieron lindezas como: 'está gorda', 'es un desastre', 'se enloqueció'. De verdad que me quedo perpleja.
En esta última foto, os la voy a describir, se ve a una chica feliz y relajada, pasándoselo bien, con un bikini pequeñito, porque en muchos países, afortunadamente, las mujeres no tenemos que ponernos un burka para tomar el sol; con su cuerpo sano, no con tripita, no; un cuerpo sano y con una enorme cicatriz en la pierna derecha, resultado de una cirugía de emergencia, tras sufrir una complicación en una operación de trasplante de riñón. Yo, si tuviera una cicatriz así, os aseguro que la luciría bien orgullosa. Las cicatrices son marcas de supervivencia. Su respuesta ha sido colgar en sus rrss un vídeo disfrutando de su vida con la frase: 'yo no tengo que demostrarle nada a nadie'. Y yo añadiría: 'y menos en esa chorrada'.