Yo sí tuve miedo #17ABarcelona

By Sonia Marnez - 15:44


Me llamo Sonia, tengo 38 años y soy de Barcelona. Soy periodista desde hace 20 años y estoy casada con un periodista deportivo. Aunque ahora me dedico a otra rama, mis inicios en esta profesión fueron como reportera de informativos para una cadena de radio nacional, La Cope. Yo tenía 24 años y cursaba mi último año de carrera (sí, los periodistas vamos a la Universidad, aunque algun@ no lo crea). Recuerdo esa época como aquella en la que aprendí todo lo que sé sobre periodismo, más que en las aulas, la verdad. Pero también la recuerdo como una época dura. Informativamente hablando viví uno de los años de más auge en Barcelona de la banda terrorista ETA. También viví el 11S. Lo recordaré toda la vida. Volvía de cubrir la tradicional ofrenda en el monumento de Rafael de Casanova durante La Diada. Nunca, nunca, nunca voy a olvidar esas imágenes de la tele de la redacción, en las que un avión chocaba contra la segunda torre gemela de NY (el choque de la primera no lo vimos, obviamente). Desde aquel día no he vuelto a ser la misma. Tampoco he vuelto a ser la misma, como os decía, después de aquellos meses de muertes, bombas lapa, asesinatos... Os confieso que, para alguien demasiado sensible como yo, hacer este trabajo no es fácil. Os diré que más de una vez había acabado medio llorando en directo. Al final, una antes que cualquier otra cosa, es persona.

Después de observar y reflexionar mucho hoy quiero contaros cómo viví el atentado en Las Ramblas de Barcelona y expresar mi opinión sobre algunas cosas que me han gustado mucho y otras que no me han gustado nada y que, de hecho, me avergüenzan.

Pasaban algunos minutos de las cinco de la tarde del jueves pasado (por cierto, 17 del 2017 a las 17, no puedo obviar mi siete...) cuando recibí una llamada de una amiga. Mi amiga trabaja en un grupo de restauración que tiene un restaurante cerca de Las Ramblas. Me preguntó dónde estaba yo y dónde estaba mi marido. Yo paseaba a Kira cerca de casa y mi marido llegando a trabajar. Mi marido trabaja en una emisora de radio nacional con sede delante justo de La Boquería, en Las Ramblas. Me dijo "llámalo, ha habido un atentado en Las Ramblas, se han escapado y van armados". Me asusté. Mucho. Lo llamé, un montón de veces, y al otro lado escuchaba un angustiador "el número al que llama no se encuentra disponible". Al final di con él. Estaba en la calle de atrás de La Boquería. Mi marido hace deportes. Os lo confieso; le dije, "vuélvete a casa, por favor". Me dijo "no puedo, tengo que hacer mi trabajo". Y yo pensaba, así os lo digo, "si tu haces deportes, tu trabajo no es ese". Pero no me hizo caso y allí se quedó, hasta las dos de la mañana que volvió a casa. Lo llamé cuarenta veces para decirle "ten cuidado". Me acordé de París y de Charlie Hebo :-( Una ya no sabe qué pensar.

Y yo SÍ tuve miedo. No entiendo tanto hashtag y tanto postureo; porque yo sí tuve miedo; porque soy una persona y eso hacen las personas en determinadas situaciones: ríen, lloran, están alegres, tristes, tienen miedo... Así que no me da ningún apuro reconocerlo. Pasé miedo, pensando que mi marido estaba allí, como tantos otros, a merced de alguien sin corazón. Pasé una mala tarde; empecé a recibir llamadas y whatsapps preguntándome por mi marido y me colapsé. Y luego empecé a pensar en lo de 'estar el día, el lugar y el momento equivocado'. Ese camino, bajar Las Ramblas desde la Plaza Cataluña, por el central; es un camino que, además de los turistas, todos los barceloneses hacemos más o menos a menudo. Yo misma, las bajo habitualmente, para ir a buscar a mi marido al trabajo, cuando iba a clase (al final de Las Ramblas, en la Escuela de Idiomas), o simplemente para pasear una soleada mañana de invierno. Y siempre lo hago por el central, porque me encanta mezclarme con la gente, mientras me embriago con el olor de las paradas de flores. Al final, nos hemos sobrecogido aún más si cabe porque podríamos haber estado allí.

Pasada casi una semana he sentido la necesidad de desahogarme sobre algunas de las cosas que he visto y he oído estos días. Estoy saturada y colapsada. Esta, como siempre que escribo, es mi opinión y no tiene que compartirla todo el mundo. Pero hablo con conocimiento de causa y mi intención, como siempre, es haceros reflexionar sobre algunas cosas. Seis en concreto.

1. El postureo y las redes sociales.
De verdad, os aseguro que si me preguntan qué haría en una situación como la del pasado jueves no sabría qué decir. Seguramente correría presa del pánico. O me quedaría clavada en shock. No sé si sería capaz de tener la sangre fría para ir a socorrer a alguien. No voy a decir que sí porque no lo sé y me parecería muy hipócrita decir algo para quedar bien. Ahora, lo que ya os digo que jamás, jamás, jamás haría sería sacarme el móvil y ponerme a grabar a alguien que se desangra en el suelo. He pensado mucho sobre los motivos que llevan a alguien a actuar así y la conclusión a la que llego me entristece, casi tanto como lo que ha pasado. No entiendo esa actitud de protagonismo, del querer entonar el 'yo estuve allí'; de pasar el primero en el grupito de whatsapp una imagen móvil de lo que está pasando (algunos, que se creen más periodistas que los que hemos ido a la Universidad); de poder tener sus minutitos de gloria cuando se lo envíe a un medio y le entrevisten, y así pueda decir: "mamá, pon la tele que salgo". Sois unos ridículos. También alucino con como la gente busca una foto corriendo en el carrete del teléfono de cuando estuvo en Barcelona, concretamente en Las Ramblas, y a los tres segundos del atentado la pone en sus redes sociales con el dichoso hashtag del #notincpor (no tengo miedo). Pues yo, como empezaba esta reflexión, sí lo tuve, y mucho, y no pasa nada. Tener miedo es algo normal, como llorar mientras entrevistas a una víctima de un atentado, por muy periodista que seas. Porque ante todo, como os decía, somos personas. Que nadie se avergüence de ello.

2. La solidaridad. Pues sí, Barcelona se volcó con el atentado, afloraron las muestras de solidaridad... Genial. Ahora, esto, todos los días. Porque la solidaridad se necesita todos los días, y no sólo cuando sucede un atentado y hay cámaras y periodistas grabando y tomando declaraciones para salir en la televisión o la radio como un héroe. Porque está muy bien que los restaurantes de Las Ramblas les dieran agua a las personas que se refugiaron en sus locales; pero yo una vez me encontré mal y a alguno de estos locales le pedí por favor ir al baño y la respuesta fue "los baños son para los clientes; tienes que consumir". Y qué bien, sí, los taxistas que se ofrecieron a llevar sin cobrar a la gente, pero cuando no hay un atentado hay que ser también solidarios y comprensivos: Precisamente la semana anterior quise coger un taxi con una amiga que tenía mal el pie y el taxista no nos quiso coger porque no estábamos en la parada. Tuvimos que ir hasta allí y acabó echándonos del taxi cuando le recriminamos su actuación. Así que la solidaridad está muy bien, pero todo el año, ¿entendido?

3. Los cuerpos de seguridad y del sector sanitario.
Os juro que durante mis 20 años de profesión nunca he visto un trabajo de campo y de comunicación como el de los Mossos (el cuerpo policial de Cataluña). Creo que han hecho un trabajazo. Pero no los que salen por la tele hablando (me da igual en qué idioma), sino todos aquellos que, no el jueves pasado, ni el día después, sino cada día, salen a la calle a jugársela por alguien que ni conocen, que quizás ni les daría los buenos días en el ascensor: policías, bomberos, conductores de ambulancia, camilleros, médicos, cirujanos... Muchas veces me preguntan a quién admiro. Y yo lo tengo claro. No me vuelvo loca por ningún futbolista, ni actor, ni cantante, ni youtubers, que sinceramente, no hacen nada extraordinario. Mi gran admiración es por estas profesiones tan generosas. En serio, GRACIAS. Tengo, como todo el mundo, algún amigo mosso y me dio mucha pena algo que me dijo el otro día: "es la primera vez que alguien me da un vaso de agua". Así que, al igual que en el caso anterior, reconocimiento y gratitud todo el año, por favor.

4. La separación política y otras chorradas. ¿De verdad es necesario, en una situación así, hablar de víctimas catalanas y víctimas españolas? Entrar en imbecilidades lingüisticas, pedir a los ciudadanos que si va el Rey a una manifestación no vayan en señal de protesta contra La Monarquía o, como ya no tenemos otra cosa de la que hablar, discutir el por qué no hay bolardos en Las Ramblas? ¿En serio? Sois unos cansinos, de verdad. Y perdemos el Norte y el foco de importancia muy pronto.

5. Las generalizaciones. Nunca he pensado que todos los andaluces sean simpáticos, ni todos los maños unos tozudos, ni todos los catalanes unos ratas. Tampoco nunca pensé que todos los vascos fueran etarras ni tampoco pienso que alguien a quién le gusta el fútbol sea un hooligan. No entiendo por qué narices haya gente tan ignorante, tan intolerante y tan gilipollas, para que nos quede claro, que meta a todo el mundo en el mismo saco. Conozco marroquíes que son buenísimas personas, como también conozco a españoles que son despreciables. También os digo que los paquistanís de los comercios de mi barrio son mil veces más amables conmigo que muchos de mis vecinos españoles. Así que no concibo que, cuando pasan cosas así, tengan que aguantar al día siguiente, y al otro y al otro miradas de odio y desprecio. Que no, que esto no va así. Siempre lo he dicho y lo diré siempre, yo soy racista y homófoga de la gente mala, me importa un pito el color de piel que tenga, el idioma que hable o la religión que profese. A ver si nos enteramos de una vez.

6. Los periodistas y los medios de comunicación. Y aquí me voy a tirar seguramente piedras al tejado pero necesito decirlo. Y hablo porque yo he formado parte de este mundo y sé como se actúa. Así que, que nadie venga a contarme tonterías de que el periodista tiene que informar y que si la realidad es dura, la gente tiene que verlo. No, perdona, no. Yo no necesito ver un muerto en bucle; no necesito ver a alguien con la cara destrozada o con las entrañas esparcidas en el suelo. Porque ya me puedo imaginar cómo está una persona después de que una furgoneta le pase por encima. A mi no me vengáis con cuentos. En la Universidad nos enseñan cómo se detecta una noticia. Es decir, los llamados criterios de noticiabilidad: catástrofes, muertes, violencia, sexo, sangre... y contra más de todo esto, más noticia. Me he hartado estos días de ver cómo los medios compiten (como siempre) por llegar los primeros, por dar una información los primeros (y así nos han tenido, con informaciones falsas), por meterse dónde les han dicho que no se metan (si los Mossos precintan una casa, ¿por qué te lo saltas; para mostrar la realidad? y una mierda). Cuando mi marido llegó a la calle de atrás del mercado se identificó al mosso que custodiaba una parte del cordón y le dijo: "soy periodista y trabajo allí en Las Ramblas; necesito ir hasta allí". Y el mosso le dijo: "no vas a pasar, no es seguro y yo estoy aquí para protegerte". Y mi marido allí se quedó. Pero no lo hicieron así otros que se saltaron el control de seguridad para ir en busca de las primeras declaraciones. Queda muy bien poner EXCLUSIVA. Fuimos los primeros, y tenemos las declaraciones de alguien que, si sale llorando y le cae sangre por la cara mejor que si está calmado y entero. Y ahora que alguien me diga que no porque LO HE VIVIDO. Que estos sucesos, periodísticamente, a muchos les va de perlas, para colgarse medallitas, para llenar espacio, para tener audiencia, para que se compren periódicos. Y esto es así. Siento decirlo, pero es así. También os digo que, como hablaba anteriormente en las generalizaciones, no todos los periodistas son iguales. Pero malos, haberlos, haylos; y como escribía Iu Forn en El Nacional, os recomiendo leerlo, aquí, yo tampoco os lo voy a perdonar nunca.

Y después de estas parrafadas me pregunto si el mundo está preparado para curarse como decía Mafalda con aquel 'el mundo está enfermo'. Porque yo, como la consentida de Quino, también  creo que está enfermo y que aquí hay algo mucho más profundo y grave que los radicales. Necesitaría páginas y más páginas para hablar de otras cosas, como os decía, que van mucho más allá: de politiqueos; de interesas y de cosas que no interesa que desaparezcan; de gobiernos; de territorios... pero ya es suficiente por hoy. Ay Mafalda, Mafalda... que un dibujo lo tenga más claro que el resto. Alguien me dirá que por qué; que pa' que te metes Manolete; y sí, seguramente sí, pero necesitaba escupirlo. Aún así, yo no he perdido la esperanza; quizás el mundo sane, algún día, aunque quizás yo ya no lo vea.
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4 comentarios

  1. Un 10 por tu post y por tu actitud

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  2. Totalmente de acuerdo Sonia. Me encanta lo que escribes, cómo lo escribes y lo que piensas. Me alegro de seguirte y sobre todo de contar contigo entre mis amigas en Barcelona.

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  3. Bravo preciosa!!! Yo interpreto el #notincpor como una resistencia a vivir con miedo, a vivir amenazado. Afortunadamente, los buenos somos más y me niego a que mi hija crezca poniendo etiquetas o teniendo miedo. Por eso digo no, no tengo miedo, porque me niego a dar mi brazo a torcer. Otra cosa es vivir un atentado, eso acojona a cualquiera, no hay discusión posible.
    Suscribo el resto de tu post absolutamente.
    Un besazo!

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